jueves, 17 de octubre de 2013



EL TURISMO RURAL

La República Argentina dispone de una extensión territorial de más de 2,7 millones de kilómetros cuadrados, e históricamente su actividad principal se basa en la producción agropecuaria, la que refleja su cultura y folklore en su ambiente natural. Producto de esto, cuenta con gran cantidad de establecimientos agropecuarios principalmente ganaderos, distribuidos a lo largo de sus 6 regiones geográficas. Los que según sus características, adquieren varias denominaciones tales como estancias, campos, fincas, chacras y granjas.

Por diversos factores y motivos internos y externos, muchos de estos establecimientos en los últimos 25 años se han comenzado a vincular a la actividad turística, desarrollando una actividad novedosa para la región. El Turismo Rural. Dependiendo de su situación productiva, muchas de ellas han reconvertido totalmente su actividad al turismo, transformándola en su actividad principal, y en otras, como complemento de su actividad primordial (la ganadería).
Cada área geográfica, donde el turismo rural es posible, presenta características y opciones relacionadas con el ambiente físico natural, pudiéndose optar por diversos climas como paisajes, desde el norte con un clima cálido subtropical, hasta el frío oceánico del sur, pasando por una franja de climas templados en el centro.
Estos establecimientos se encuentran mayormente ubicados en la provincia de Buenos Aires y en la región Patagónica, principalmente en la provincia de Santa Cruz. También existen establecimientos en el noroeste, nordeste y centro del país. Cada zona presenta características diferenciadas de este tipo de turismo, relacionadas con el ambiente rural, su producción, sus dimensiones, arquitectura, idiosincrasia y gastronomía.

Actualmente, la Argentina cuenta con más de 900 establecimientos agroganaderos, dedicados al turismo rural, de los cuales muchos han superado los 200 años de historia. Los cascos de algunos de ellos son estupendas mansiones de arquitectura de origen inglés, francés, italiano y estilo colonial, confortable y lujosamente equipadas.
El valor agregado que destaca este tipo de actividad de otras, es que generalmente son los mismos propietarios de las estancias quienes prestan los servicios a sus huéspedes. Utilizando para tal fin, en muchos casos, la misma casa principal donde ellos residen, el comedor donde ellos cenan y la posibilidad de hacer participe al huésped de los trabajos rurales que se llevan adelante durante la jornada. Esto se complementa con una amplia gama de actividades, generalmente vinculadas con los escenarios naturales que se encuentran dentro de sus extensiones territoriales, sin dejar de considerar que existen casos puntuales en los que la propiedad se encuentra dentro de un Parque Nacional o incluye un Patrimonio de la Humanidad. Es relevante destacar que estas unidades productivas varían en sus dimensiones, encontrándose desde estancias que superan las 100.000 hectáreas, hasta microemprendimientos como granjas y chacras de 1 hectárea de extensión.
Se puede encontrar una amplia gama de actividades como la pesca y caza deportiva, paseos y travesías a caballo, trekking, observación de fauna y de flora autóctonas, haciendo de la visita una grata estadía. Asimismo, el visitante puede participar de las prácticas típicas del campo: arreo de ganado, ordeñe de vacas, esquila de ovejas, señalada de corderos, yerra de vacunos, asistir a una doma o jineteada a cargo de gauchos, o disfrutar de apasionantes partidos de polo o de pato (deporte nacional) y de una guitarreada junto a bailes folklóricos. Los museos rurales constituyen otra opción interesante, donde se rescata la historia familiar y productiva de las poblaciones locales.

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