EL TURISMO RURAL
La República Argentina
dispone de una extensión territorial de más de 2,7 millones de kilómetros cuadrados, e
históricamente su actividad principal se basa en la producción agropecuaria, la que
refleja su cultura y folklore en su ambiente natural.
Producto de esto, cuenta con gran cantidad de establecimientos agropecuarios
principalmente ganaderos, distribuidos a lo largo de sus 6 regiones geográficas. Los que
según sus características, adquieren varias denominaciones tales como estancias, campos,
fincas, chacras y granjas.
Por diversos factores y
motivos internos y externos, muchos de estos establecimientos en los últimos 25 años se
han comenzado a vincular a la actividad turística, desarrollando una actividad novedosa
para la región. El Turismo Rural. Dependiendo de su situación productiva, muchas de
ellas han reconvertido totalmente su actividad al turismo, transformándola en su
actividad principal, y en otras, como complemento de su actividad primordial (la
ganadería).
Cada área
geográfica, donde el turismo rural es posible, presenta características y opciones
relacionadas con el ambiente físico natural, pudiéndose optar por diversos climas como
paisajes, desde el norte con un clima cálido subtropical, hasta el frío oceánico del
sur, pasando por una franja de climas templados en el centro.
Estos establecimientos
se encuentran mayormente ubicados en la provincia de Buenos Aires y en la región
Patagónica, principalmente en la provincia de Santa Cruz. También existen
establecimientos en el noroeste, nordeste y centro del país. Cada zona presenta
características diferenciadas de este tipo de turismo, relacionadas con el ambiente
rural, su producción, sus dimensiones, arquitectura, idiosincrasia y gastronomía.
Actualmente, la
Argentina cuenta con más de 900 establecimientos agroganaderos, dedicados al turismo
rural, de los cuales muchos han superado los 200 años de historia. Los cascos de algunos
de ellos son estupendas mansiones de arquitectura de origen inglés, francés, italiano y
estilo colonial, confortable y lujosamente equipadas.
El valor agregado
que destaca este tipo de actividad de otras, es que generalmente son los mismos
propietarios de las estancias quienes prestan los servicios a sus huéspedes. Utilizando
para tal fin, en muchos casos, la misma casa principal donde ellos residen, el comedor
donde ellos cenan y la posibilidad de hacer participe al huésped de los trabajos rurales
que se llevan adelante durante la jornada. Esto se complementa con una amplia gama de
actividades, generalmente vinculadas con los escenarios naturales que se encuentran dentro
de sus extensiones territoriales, sin dejar de considerar que existen casos puntuales en
los que la propiedad se encuentra dentro de un Parque Nacional o incluye un Patrimonio de
la Humanidad. Es relevante destacar que estas unidades productivas varían en sus
dimensiones, encontrándose desde estancias que superan las 100.000 hectáreas, hasta
microemprendimientos como granjas y chacras de 1 hectárea de extensión.
Se puede encontrar
una amplia gama de actividades como la pesca y caza deportiva, paseos y travesías a
caballo, trekking, observación de fauna y de flora autóctonas, haciendo de la visita una
grata estadía. Asimismo, el visitante puede participar de las prácticas típicas del
campo: arreo de ganado, ordeñe de vacas, esquila de ovejas, señalada de corderos, yerra
de vacunos, asistir a una doma o jineteada a cargo de gauchos, o disfrutar de apasionantes
partidos de polo o de pato (deporte nacional) y de una guitarreada junto a bailes
folklóricos. Los museos rurales constituyen otra opción interesante, donde se rescata la
historia familiar y productiva de las poblaciones locales.
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